Cuándo dos personas de carácter fuerte, no muy seguros de lo que quieren pero sí de lo que no quieren, se encuentran, pueden pasar dos cosas:
- El caos total o...
- ...que surja una amistad sincera y real.
- Y apuntemos una tercera... que ocurran las dos a la vez, que es lo que nos atañe.
Éste sábado por la noche me llamó una amiga para ir a tomar algo y acabamos cenando verduras a la plancha y vino tinto y luego en el sofá, con cava y helado... Sí, somos así, pero qué bien supo todo acompañado de buena conversación.
Nos conocemos hace años, y hemos estado largas temporadas sin hablarnos por tonterías, ninguno de los dos quería bajar del burro, hasta que uno bajaba y entre risas nos echábamos en cara cosas que, de ser otros, habríamos mandado la amistad a la mierda. Pues bien, además de esto, es una de esas amigas que ves cada mil pero que, a pesar de eso, sabes que está allí siempre que le necesites, una de esas personas con la que la afinidad es tal que no hacen falta palabras para conocernos. Desde que nos conocimos la amistad fue fuerte, aunque debo reconocer que siempre hubo cierta competición entre nosotros hasta que llegó un momento que comprendimos que es más importante el compartir que el competir.
Nos pasábamos largas horas hablando de todo y de nada, de cualquier cosa sin sentido, filosofeando sobre la vida, sobre la gente, sobre nosotros mismos, enlazando conversaciones unas con otras, y la verdad es que ya echaba de menos esas horas perdidas en un cualquier lugar, conversando... Al final nos quedamos los dos dormidos en el sofá de casa, no acabo de comprender muy bien como pudimos dormir de tal manera, la verdad es que el sofá es pequeñito, pero el caso es que el domingo nos despertamos como nuevos.
En vez de preparar desayuno, después de una duchita rápida (por separado) fuimos a desayunar a un bar que hay aquí abajo y luego se marchó, la niña tenía que seguir estudiando.
Pero fue una velada genial, de esas que quedan para la historia. Porque, señoras y señores, amigos como ella los deseo.
Nos conocemos hace años, y hemos estado largas temporadas sin hablarnos por tonterías, ninguno de los dos quería bajar del burro, hasta que uno bajaba y entre risas nos echábamos en cara cosas que, de ser otros, habríamos mandado la amistad a la mierda. Pues bien, además de esto, es una de esas amigas que ves cada mil pero que, a pesar de eso, sabes que está allí siempre que le necesites, una de esas personas con la que la afinidad es tal que no hacen falta palabras para conocernos. Desde que nos conocimos la amistad fue fuerte, aunque debo reconocer que siempre hubo cierta competición entre nosotros hasta que llegó un momento que comprendimos que es más importante el compartir que el competir.
Nos pasábamos largas horas hablando de todo y de nada, de cualquier cosa sin sentido, filosofeando sobre la vida, sobre la gente, sobre nosotros mismos, enlazando conversaciones unas con otras, y la verdad es que ya echaba de menos esas horas perdidas en un cualquier lugar, conversando... Al final nos quedamos los dos dormidos en el sofá de casa, no acabo de comprender muy bien como pudimos dormir de tal manera, la verdad es que el sofá es pequeñito, pero el caso es que el domingo nos despertamos como nuevos.
En vez de preparar desayuno, después de una duchita rápida (por separado) fuimos a desayunar a un bar que hay aquí abajo y luego se marchó, la niña tenía que seguir estudiando.
Pero fue una velada genial, de esas que quedan para la historia. Porque, señoras y señores, amigos como ella los deseo.
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