martes, 7 de agosto de 2007

Verborrea imparable

De bebé no tardé en hablar, primero por palabras sueltas, pura imitación, pero al poco tiempo empecé a construir frases sencillas. Evidentemente no recuerdo nada de todo esto, pero me lo han contado varias veces a parte de los vídeos que he visto y que me hacen testigo indirecto.... Dicen que me ponía nervioso cuando explicaba algo y no conseguían entender qué quería decir, y en esas ocasiones lo más normal era verme enfadado y de brazos cruzados; no sé qué pasaría por mi mente en aquellos momentos pero lo más probable es que intentara encontrar otra manera de explicarlo, porque a los cinco minutos regresaba y volvía a soltar mi retahíla.

Me hablaban en castellano y en catalán, por lo que no era difícil oirme decir, cuando jugaba, que un muñeco había morido a otro o mezclar palabras de ambos idiomas... y lindezas de este estilo, muy propio. Durante una época relativamente larga fui "es nene" (en menorquín) y "el nene" (en castellano). Ésto último es algo muy común en casi todos los niños y las niñas, pero verlo en vídeo resulta tremendamente gracioso. Una de las anécdotas de esa época que con más cariño guardan mis padres, según cuentan, es cuando intenté explicar que "el nene" era yo y no ese con quién me invitaban a jugar, solté un montón de palabras para que al final hicieran que me entendían (sí, uno era cabezota y no quería entender que había más nenes) y me fuera a jugar con el niño, porque al final fui... Al cabo de un tiempo tomé consciencia de mí mismo como primera persona, pero es nene salía a la luz de vez en cuando.

Un día, ya de más mayor, me acordé de un perro que tenían unos vecinos, Boss (en claro homenaje al gran Springsteen), un cocker que siempre nos seguía cuando íbamos a nadar, me encantaba jugar con él. Cuando murió lloré y musité diversas palabras mostrando mi pena, me acuerdo de la imagen, como si me viera desde fuera de mí mismo; hace poco se lo comenté a mis padres y están seguros de que eso no me lo habían contado, por lo que me doy cuenta que recuerdo algunos hechos de cuando era niño, por aquél entonces tendría yo tres años, y aunque no sea lo más normal, recuerdo también otras anécdotas que no vienen ahora al caso.

A lo que iba, el lenguaje... Sin duda quiénes más aportaron a mi vocabulario fueron mis primos mayores y algún que otro vecino que me sacaba un par de cabezas. Estaba ávido de aprender y las palabras nuevas eran un alimento perfecto para la esponja que tenía por cerebro, por lo que terminé siendo un deslenguado de mucho cuidado, por ello me castigaron más de una vez en párvulos, al volver del verano llegaba con la mente llena de palabras y expresiones memorizadas sin saber qué querían decir, pero sabiendo que no debían decirse (sin duda, para mis padres, mis primos no eran considerados un buen ejemplo para mí) y tal cuál las soltaba, claro, luego pasaba lo que pasaba.

Cómo dijo Don Joaquín en su República Feliz...

pirula
caca
culo
pedo
pis

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