Recuerda cuando sus nietos eran niños e iban a verle para que les llevara a pasear, o a dar de comer a las palomas, pero ese tiempo ya pasó y sólo le visitan casi por obligación, su alma se inunda de tristeza y alguna lágrima furtiva se escurre por su cara, pero él lo entiende, son jóvenes y en este mundo veloz ya no hay tiempo para alimentar el corazón.
También, echando la vista atrás, consigue crear en su mente la imagen de cuándo era él el joven y se pregunta por qué cambió tanto el mundo, qué fue lo que hizo que el tiempo se llevara esas viejas costumbres que, según entendía, eran las que daban sentido al vivir. Se pregunta qué pasará con todas esas cosas que no se han escrito ni se escribirán, que pasaron de boca del abuelo al corazón de sus nietos, esas experiencias vividas de lo que cuentan los libros de historia...
Su corazón va apagándose poco a poco, sin que nadie se dé cuenta de que sigue sintiendo, de que con su cuerpo, desaparecerá mucho más. Mientras no llega, sólo le queda esperar, recordando esos tiempos felices que sabe que no volverán.
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